Cuando Luiz Inacio Lula da Silva expresidente de Brasil recomendó al presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, convocar a un Gobierno de coalición para reducir la tensión política
entre oficialistas y opositores en el país me pareció, (por eso lo comento), más
que la expresión sincera del exmandatario brasileño, una especie de burla hacia la oposición venezolana.
Venezuela y el resto del mundo saben
que Nicolás Maduro jamás haría semejante cosa, porque estaría inmediatamente
destituido del poder con un golpe de estado auspiciado por sus propios
compañeros, que si saben de asonadas militares.
Además no es secreto para nadie
que la única coalición que tiene el jefe del gobierno venezolano es con los Castros, al extremo que
ni siquiera con las agrupaciones que lo respaldan electoralmente y que se
autodenominan “Polo Patriótico” han sido capaz de mantener una coalición
gubernamental. Lo que se ve en la Asamblea Nacional es una estrategia del PSUV,
para mantener una mayoría que les permita violentar la Constitución cuando les
viene en gana con el apoyo de diputados pertenecientes a esas organizaciones
políticas.
“Maduro debería intentar
disminuir el debate político para dedicarse enteramente a gobernar, establecer
una política de coalición, construir un programa mínimo y disminuir la tensión.
Estoy haciendo fuerza para que se encuentre una solución en la negociación
porque para Brasil Venezuela es estratégica”, dijo Lula. Que tenga mucho
cuidado con hacer mucha fuerza porque va a terminar con una hernia y sin
resultado alguno.
Si el primer mandatario
venezolano no es capaz de aprobar una Ley de amnistía, para liberar a los
presos políticos y garantizar el regreso de los exiliados, quién puede creer
que va a hacer una coalición con factores de la oposición; quien se puede imaginar
a estos comunistas que gobiernan en el país petrolero realizando algo similar
al Pacto
de Punto Fijo, que se llevó a cabo entre grandes líderes demócratas,
precisamente, para salvar la democracia.
Es necesario recordar que al
presidente Rómulo Betancourt si lo querían sacar del poder a cualquier precio,
unos militares que habían perdido sus privilegios con la salida de Marcos Pérez
Jiménez del poder en 1958.
Intento de golpes de estado como
el Porteñazo, el Carupanazo, el Barcelonazo y un inento de magnicidio, donde
milagrosamente salvo la vida el Padre de la Democracia venezolana, cuando
hcieron explotar una bomba a control remoto donde murieron varias personas
porque los magnicidas se equivocaron de automóvil y la accionaron contra otro,
aun así Betancourt salió con varias heridas leves.
Este si fue un magnicidio de
verdad, no los miles que se inventó Chávez, como los para Cachitos y tantos
otros que solo existían, ni siquiera en su imaginación, el que si sabia de
golpe, solo buscaba causar una especie solidaridad al lado de su persona.
Maduro siguió le siguió los pasos
y en menos de un año ha denunciado cualquier cantidad de magnicidios, al
extremo de que un joven que violó el cordón de seguridad en la AN, para abrazarlo
y felicitarlo lo metió preso por, presuntamente
atentar contra su vida, el muchacho ni le tiro un golpe, ni portaba armas. Esto
solo se ve en revolución.
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