jueves, 2 de enero de 2014


Año nuevo, año malo para Maduro

Si la oposición canaliza el descontento popular el comunismo deja el poder

A pesar de la reunión con los gobernadores y alcaldes de la oposición, queriendo demostrar una intención de dialogo, de convivencia con el adversario político el presidente Nicolás Maduro termina el año con la firme convicción de profundizar el comunismo  en Venezuela y para ello está utilizando el “Plan de la Patria” que ideo, pero no pudo materializar el fallecido Hugo Chávez.
Algunos analistas dudan que Maduro tenga la fortaleza suficiente para lograr la meta que fue inalcanzable a Chávez, pero no pocos sospechan que tratará de llegar tan lejos como la realidad económica y política del país se lo permita, la verdad es que al presidente se le vienen encima muchos problemas,  difícil de sortear con un equipo de gobierno tan ineficiente.
Todos conocen en el país suramericano que Nicolás Maduro se formó en la corriente del marxismo-leninismo en la desaparecida organización izquierdista “Liga Socialista” y que el fallecido presidente lo nombró su heredero político atendiendo una petición del alto gobierno cubano.
Desde la oposición “me subestimaron”: “ellos dijeron no, Maduro es un inexperto… no se atreve, Pero lo que han visto (hasta ahora) es poco para lo que vamos a hacer”. Piensa el señor presidente que con los poderes especiales, que le permiten emitir decretos con fuerza de ley por un período de 12 meses implantará definitivamente el comunismo del siglo 21 en la tierra de Bolívar.
Es obvio que sus palabras deben ser tomadas en serio, porque sin duda alguna este político es un comunista consumado, a diferencia de Chávez, que solo utilizó a los Castros para mantenerse en el poder por tiempo indefinido y por supuesto a cambio tenía que dar algo, muchos dólares y decide por recomendación de sus asesores crear “el socialismo del siglo 21”.
Maduro tiene o debe tomar decisiones fuertes e impostergables para encarar los problemas que abruman a los venezolanos, entre ellas está el aumento de la gasolina, bajar el índice de inseguridad, una inflación del 54,3%, escasez de productos básicos como la leche, el aceite, la harina de maíz, mantequilla y el papel higiénico, entre muchos otros.
Mantendrá el presidente la lucha contra eso que ha llamado la “guerra económica”, para justificar los errores de su predecesor y la incompetencia de su gobierno para resolver el problema de fondo causante de este desastre económico, que muchos temen que la reposición de mercancías sea afectada por la desconfianza, lo que se traduciría en una mayor escasez de productos este año.
La oposición venezolana enmarcada en la Mesa de la Unidad Democrática le tocará jugar un papel de primer orden para penetrar en un pueblo que seguramente se revelará contra el comunismo,  pero que necesita de un líder que canalice ese descontento, con propuestas y penetrando en las profundidades del pueblo. Si la oposición canaliza el descontento popular el comunismo deja el poder.
Ese líder puede ser Capriles, pero acompañado de dirigentes que como dijera Rómulo Betancourt  se dejen tocar, visiten las entrañas del pueblo y expliquen la situación del país con palabras y ejemplos sencillos, simples, que la gente digiera, no con ese discurso de elites que los han mantenido fuera del corazón  mismo del venezolano de a pie.

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