Año nuevo, año
malo para Maduro
Si la oposición canaliza el
descontento popular el comunismo deja el poder
A pesar de la
reunión con los gobernadores y alcaldes de la oposición, queriendo demostrar
una intención de dialogo, de convivencia con el adversario político el
presidente Nicolás Maduro termina el año con la firme convicción de profundizar
el comunismo en Venezuela y para ello
está utilizando el “Plan de la Patria” que ideo, pero no pudo materializar el
fallecido Hugo Chávez.
Algunos analistas
dudan que Maduro tenga la fortaleza suficiente para lograr la meta que fue inalcanzable
a Chávez, pero no pocos sospechan que tratará de llegar tan lejos como la
realidad económica y política del país se lo permita, la verdad es que al
presidente se le vienen encima muchos problemas, difícil de sortear con un equipo de gobierno
tan ineficiente.
Todos conocen en el
país suramericano que Nicolás Maduro se formó en la corriente del
marxismo-leninismo en la desaparecida organización izquierdista “Liga
Socialista” y que el fallecido presidente lo nombró su heredero político
atendiendo una petición del alto gobierno cubano.
Desde la oposición
“me subestimaron”: “ellos dijeron no, Maduro es un inexperto… no se atreve,
Pero lo que han visto (hasta ahora) es poco para lo que vamos a hacer”. Piensa
el señor presidente que con los poderes especiales, que le permiten emitir
decretos con fuerza de ley por un período de 12 meses implantará
definitivamente el comunismo del siglo 21 en la tierra de Bolívar.
Es obvio que sus
palabras deben ser tomadas en serio, porque sin duda alguna este político es un
comunista consumado, a diferencia de Chávez, que solo utilizó a los Castros
para mantenerse en el poder por tiempo indefinido y por supuesto a cambio tenía
que dar algo, muchos dólares y decide por recomendación de sus asesores
crear “el socialismo del siglo 21”.
Maduro tiene o debe
tomar decisiones fuertes e impostergables para encarar los problemas que abruman
a los venezolanos, entre ellas está el aumento de la gasolina, bajar el índice
de inseguridad, una inflación del 54,3%, escasez de productos básicos como la
leche, el aceite, la harina de maíz, mantequilla y el papel higiénico, entre
muchos otros.
Mantendrá el
presidente la lucha contra eso que ha llamado la “guerra económica”, para
justificar los errores de su predecesor y la incompetencia de su gobierno para
resolver el problema de fondo causante de este desastre económico, que muchos
temen que la reposición de mercancías sea afectada por la desconfianza, lo que se
traduciría en una mayor escasez de productos este año.
La oposición
venezolana enmarcada en la Mesa de la Unidad Democrática le tocará jugar un
papel de primer orden para penetrar en un pueblo que seguramente se revelará
contra el comunismo, pero que necesita
de un líder que canalice ese descontento, con propuestas y penetrando en las profundidades
del pueblo.
Si la oposición canaliza el descontento popular el
comunismo deja el poder.
Ese líder puede ser Capriles, pero acompañado de dirigentes que como
dijera Rómulo Betancourt se dejen tocar, visiten las entrañas del pueblo y expliquen la situación
del país con palabras y ejemplos sencillos, simples, que la gente digiera, no
con ese discurso de elites que los han mantenido fuera del corazón mismo del venezolano de a pie.
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